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ONU. LA UTÓPICA FALACIA DE LA

CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS

 

  No hay que indagar demasiado en los antecedentes históricos del proceso de gestación y creación de la ONU, ni ahondar eruditamente en su Carta fundacional para constatar de manera evidente la utópica falacia de la mayor parte de los principios que asumen. No tendríamos, ni si quiera, que escrutar profusamente sus compromisos, para darnos cuenta de lo utópico de sus pretensiones y las falacias de sus ambiciosos propósitos, a la vista de lo que proclama la propia Organización de las Naciones Unidas en la presentación de su Carta en la web (“La Carta de las Naciones Unidas recoge los principios de las relaciones internacionales, desde la igualdad soberana de los Estados, hasta la prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales”) y la realidad de lo que viene aconteciendo en el orbe mundial desde su fundación efectiva en el año 1945.

   Del mismo modo, la hipocresía que decimos del mundo, se pone igualmente al descubierto desde el mismo Preámbulo de la Carta (Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles) y se constata claramente su evidencia desde el primero de sus artículos, al exponer con detalle el propósito principal que se comprometen alcanzar los países miembros que la suscriben (“Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz”).

   Consideramos a la totalidad del mundo en nuestra calificación porque, con alguna excepción, que no desvirtúa el cómputo, todos los países que componen el orbe mundial son miembros de la ONU. Y lo calificamos como hipócrita porque así se desprende de la falta de cumplimiento con la obligación que todos ellos, en su condición de miembros, adquirieron al aceptar en su adscripción las propuestas contenidas en la Carta de la Organización de Naciones Unidas.

    El Diccionario de la RAE califica de actitud hipócrita “cuando se fingen cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Y, a la vista de lo que ha pasado, y viene pasando en el mundo (Irak, Afganistán, Yemen, Etiopía, Sudán, etc.), agudizado de manera exponencial con lo que ahora está ocurriendo en Ucrania al ser invadida por Rusia con la fuerza y destrucción de las armas, ¿no incurren en esa hipocresía todos los países del mundo cuando dicen comprometerse a mantener la paz y tomar medidas para suprimir los actos de agresión entre ellos? Y decimos, todos, porque todos adquieren el compromiso de que los conflictos que se puedan suscitar entre países se resolverán siempre por vías pacíficas, sin que valga la excusa de no estar directamente afectado que se suele poner para inhibirse en la resolución de las divergencias. El compromiso atañe a todos, porque todos forman parte de la ONU, y es la ONU la que está obligada a mediar para la resolución pacífica de los conflictos. No sólo a mediar, el compromiso que tienen asumido según reza en el Preámbulo de la Carta es de: “Unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará; la fuerza armada sino en servicio del interés común”.